
Los años de experiencia de Joaquín Cortés pagaron dividendos. Este toro terminó embistiendo suavemente llevado por la muleta del artista, humillando apenas los suficiente pero con un recorrido largo y armonioso. Joaquín sacó agua de donde no había nada. El público terminó de pie, aplaudiendo al maestro, aun sin entender bien su arte. Aplaudió aquel que nunca había escuchado el nombre de Cortés y que asistió por accidente o curiosidad. Aplaudió aquel que fue al evento porque se siente español. Aplaudió el que ve en Cortés a un símbolo sexual y se cansó de gritar como si se tratara de Ricky Martin. Aplaudió la plana mayor de la BUAP; autoridades que en cada evento de este auditorio tienen que presentarse, aburridos, como parte de un quehacer que tiene mucho más de político que de académico. Aplaudió este público manso y peligroso a Joaquín Cortés, un digno representante del pueblo gitano. Un pueblo que, paradójicamente, es aplaudido en los escenarios y despreciado en las calles por las que camina.
Excelente texto.
ResponderEliminarGracias Gabo. El halago es doblemente grato viniendo del padrino y corrector oficial de este blog. De alguien que tiene su propio blog y que me lleva años de ventaja en esto del arte de escribir.
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