miércoles, 24 de junio de 2009

Una rosa para la Virgen

La pequeña capilla estaba a reventar. El calor era intenso. Decidí salir a tomar aire a un pequeño jardín contiguo a la capilla. Estaba ahí sentado cuando llegó caminando un muchacho de unos veinte años. Su caminar era un poco extraño, y movía una mano haciendo un vaivén constante y repetitivo. En voz alta, como si conversara con alguien más, decía para sí mismo "la epilepsia es hereditaria, le puede pasar a cualquiera", después decía algo así como "un balonazo en la cara, a un futbolista le puede dar. La epilepsia le puede dar a un futbolista, le puede dar a cualquiera". Se acercó a la capilla con intención de entrar. La gente que estaba a las puertas de la capilla volteó a verlo con desprecio, como queriendo fulminarlo con la mirada, le cerraron el paso con una actitud que denotaba un "ni te atrevas". El joven retrocedió. Se quedó dando vueltas por el pequeño jardín con su repetitivo rezo. Unos adolescentes que estaban cerca de mí, también prófugos de la misa, comenzaron a murmurar entre ellos, se reían, se burlaban del "espectáculo" que este joven les brindaba. En su ruta aleatoria por el jardín de pronto el joven se acercó hacia donde me encontraba sentado. Ante tanta enemistad manifiesta hacia su persona intenté demostrar una actitud contraria. Le sonreí. De inmediato se detuvo. Me dijo:
-¿Sabe que la epilepsia es hereditaria?
-No, lo sabía ¿pero estás seguro de eso?
-Eso me dijeron, que la epilepsia es hereditaria, pero ¿sabe?, le puede pasar a cualquiera, incluso a un futbolista.
-Sí, estoy seguro que sí.
En eso reconocí su rostro y le dije:
¿Oye, no te he visto en el deportivo Español?
Una sonrisa se le dibujó en su rostro.
-Si, voy todos los días a "jalar", a hacer pesas.
-Claro, ya decía yo que te había visto en algún lugar.
¿Cómo te llamas?
-Mario
Me extiende la mano con una sonrisa.
¿Y usted?
-Yo me llamo Pablo. Háblame de tú, no me gusta el "usted".
En eso noté que el joven lleva una rosa roja en la mano derecha.
¿Y esa rosa para quien es Mario?
-Para la Virgen. Le traigo una flor todos los días. Le rezo y le pido por mi familia y le pido que me permita encontrar una mujer con la que me pueda casar. Tener hijos no, porque la epilepsia es hereditaria. ¿Sabía que la epilepsia es hereditaria?
-No, no lo sabía Mario. Escucha, ¿por qué no te sientas aquí conmigo en lo que termina la misa? Está lleno de gente, cuando termine puedes pasar a ver a la Virgen, sólo faltan unos minutos.
-Si, es buena idea. ¿Sabes? en el puente de la calle de los Ángeles vendo galletas de avena, yo mismo las hago. Son muy sabrosas. ¿Cuando pases por ahí me compras unas galletas?
-Seguro que sí Mario. Te lo prometo. Pero, exactamente ¿en dónde es ese lugar?
Y así pasan dos o tres minutos de alegre, relajada plática.
-¡Mira Mario! la misa ya terminó, aquí viene toda la gente, ya puedes entrar a la capilla.
-Si, voy a dejarle la rosa a la Virgen y voy a rezar. Adiós, mucho gusto Pablo.
-Mucho gusto Mario. Cuídate.
Un apretón de manos y una sonrisa en el rostro de ambos. Mientras tanto la gente sale de la capilla, elegante, altiva, con sus consciencias limpias. Caminan seguros de sí mismos, con la convicción que les otorga el reconocerse como grandes cristianos que cumplen cabalmente las enseñanzas de "nuestro señor". Yo me quedo sentado, intentando hacer un brevísimo inventario de las cosas en esta vida que me ayudan a contener un poco el asco.

2 comentarios:

  1. En un mundo donde prácticamente excomulgan a los sacerdotes que reconocen que es mejor hacer una obra buena que ir a misa... Yo no me meto mucho, pero me gusta más el Dios que no está sujeto a las reglas que le ha impuesto esta raza humana.

    Saludos primo!

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  2. Primo,
    Qué bueno que te has dado "una vuelta" por el blog. Ya veo que tú también andas en la onda blogera. Por estos caminos del ciber-espacio seguiremos en contacto. Gracias por la visita.
    Un abrazo.

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