sábado, 14 de febrero de 2015

Libros y lectores

Debo el gusto por la lectura a mi hermano Bernardo. Al menos eso dicen mis recuerdos que, como bien sabemos, no siempre están apegados a la realidad. Le recuerdo a él, un niño de lentes, con un libro entre las manos, recostado, leyendo durante las tardes de escuela y durante vacaciones de verano. Algo bueno tendría que haber ahí para que mi hermano pasara tanto tiempo dedicado a ello mientras yo pasaba las tardes tras de una pelota. Dicen que las palabras convencen pero el ejemplo arrastra. Seguramente yo me acerqué a mí hermano para investigar por ese gusto. Y es muy probable que tras ese acercamiento yo empezara a leer un libro tras otro de la obra de Julio Verne, en una bella colección con ilustraciones que había en casa. Un poco más tarde ya estaba leyendo las novelas policiacas de Agatha Christie. Libros que iban de las manos de mi hermano Bernardo a mis manos. En la adolescencia y juventud temprana recuerdo –por encima de algunos más- a dos autores: Herman Hesse y Gabriel García Márquez. A partir de ahí puedo decir que había nacido un lector en mí.
Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida, dijo Mario Vargas Llosa en su en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura. Yo protesto a diario porque una sola vida no es suficiente para llenar la sed de absoluto. Todos los lectores, consciente o inconscientemente, estamos en busca de algo. Y en la búsqueda de ese ‘algo’ inasible vamos, de libro en libro, serpenteando a lo largo de un camino que desconocemos. Yo encontré mi camino como lector a través de los libros. Un buen autor siempre te lleva a otros autores. Pronto te das cuenta que no te alcanzará la vida para leer todos los libros y los autores que quisieras leer. La historia de los libros que he leído es parte de mi biografía. Un camino muy personal, periodos de mi vida en los que he leído poco y etapas en donde he leído con avidez, casi con ansiedad. Yo y mis circunstancias, diría Ortega y Gasset. Es quizá por ello que me resulta muy complicado responder a una petición que recibo constantemente: ‘Recomiéndame un libro’.
En su magnífico ‘Poema de los dones’, el ciego erudito Jorge Luis Borges, nos dice que Dios, con magnífica ironía, le dio a la vez los libros y la noche. Hace unos años leí en un diario la historia del colombiano Óscar Tulio, quien estuvo como rehén de las FARC durante ocho años. Lo único que lo mantuvo con vida, afirma, fueron los libros que los guerrilleros que lo cuidaban tuvieron a bien proporcionarle. En su larga noche de ocho años, Óscar Tulio buscó y encontró en los libros un asidero a la cordura, un motivo para vivir. Los libros y la noche. Fue también en una cárcel donde Miguel de Cervantes Saavedra concibió y comenzó la escritura de la novela que se convirtió en la piedra angular de la literatura en castellano.
A lo largo de la historia han sido muchos los presos, los rehenes, los esclavos que han sobrevivido gracias a la lectura o la escritura. Seres humanos quienes privados de su libertad en selvas, cárceles, hospitales, encuentran en los libros un motivo para no claudicar; casos en los que leer –o escribir- es sinónimo de vivir. La noche nos llega a todos, oremos porque, al menos, nos sorprenda en compañía de los libros.