martes, 26 de julio de 2011

El poeta Gonzalo Rojas

Me gusta la poesía de don Gonzalo Rojas. Estira la sintaxis hasta casi romperla. Es un artesano. Para muestra basta un botón... de orquídea.

Orquídea en el gentío

Bonito el color del pelo de esta señorita, bonito el olor
a abeja de su zumbido, bonita la calle,
bonitos los pies de lujo bajo los dos
zapatos áureos, bonito el maquillaje
de las pestañas a las uñas, lo fluvial
de sus arterias espléndidas, bonita la physis
y la metaphysis de la ondulación, bonito el metro
setenta de la armazón, bonito el pacto
entre hueso y piel, bonito el volumen
de la madre que la urdió flexible y la
durmió esos nueve meses, bonito el ocio
animal que anda en ella.



Gonzalo Rojas

martes, 31 de mayo de 2011

Ampliación del campo de batalla

Algunos seres humanos encuentran insoportable su tránsito por la vida. Esta es la tesis central del libro Ampliación del campo de batalla de Michel Houellebecq. Estos seres seguramente representan una anomalía genética. El ser humano promedio debe creer que es feliz y exitoso -o al menos aspirar a serlo- y crear descendencia con base en su equívoco. Así está garantizada la continuidad de la especie. Pero estos seres especiales, dotados de una lucidez extraordinaria, no soportan ver su propia vida cara a cara. Perciben que toda la vida se basa en un tonto juego de poder, dinero, miedo y sexo. Y no pueden pretender ser felices en semejante campo de batalla. Maupassant sabía que no había nada más; eso lo llevó a la locura.
A partir de la adolescencia entramos formalmente a este campo de batalla. Yo recuerdo bien mi entrada. La recuerdo como un salto a este río caudaloso de agua fría. Desde entonces no he dejado de mover brazos y piernas, y aunque cada vez más cansado y aterido por el frío, no logro ver todavía la otra orilla.

miércoles, 11 de mayo de 2011

De Edipo a Narciso

Hay algo de la ciencia del psicoanálisis que descubrí recientemente que no me gusta. Freud y otros estudiosos relacionan a la neurosis hipocondríaca con el narcisismo. Yo he sido por años un buen hipocondríaco pero jamás me había visto a mí mismo como un narcisista. He leído recientemente que el paciente hipocondríaco no sólo pone demasiada atención al más mínimo detalle del funcionamiento de su cuerpo sino que suele tener una personalidad centrada en sí mismo, se aisla de los demás, le gusta la intelectualidad y se comporta como un snob. No me gusta. Las verdades ofenden y yo me siento ofendido por verme retratado en esa definición. Ahora no sólo tengo que cargar con el estigma de ser un hipocondríaco sino también vivir con la sombra, con el reflejo en el agua, del guapo Narciso. Salgo de un griego y caigo en otro; joder.

jueves, 7 de abril de 2011

El Bestiario de Cortázar

En verdad os digo que al caminar por los pasillos de la torre de Babel en la que habito, escuché una voz que me llamaba "tolle, lege; tolle lege". Cual moderno San Agustín me acerqué al lugar de donde provenía dicha voz y he aquí que encontré una mesa con libros usados a la venta. La encargada sostenía en sus manos un libro, el cual me ofrecía mientras me acercaba. Tomé el libro de sus manos y escuché que platicaba con su compañera de faena de una tal Tongolele. Al examinar el libro, éste resultó ser el Bestiario de Julio Cortázar. Un minuto después, por menos de un dólar, me había hecho de un libro imprescindible. En este magnífico libro de relatos encontré verdaderas joyas de la literatura como Casa tomada y Carta a una señorita en París. En este último relato, el protagonista escribe preocupado a su casera porque el lugar que renta se está llenando de conejitos. No es un reclamo, es más bien una disculpa, porque el origen de dichos conejitos, la mayoría blancos, es él mismo. Este vecino de la calle Suipacha de vez en cuando vomita un conejito. "...esta carta se la envío a causa de los conejitos, me parece justo enterarla; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve. ...Nunca se lo había explicado antes, no crea que por deslealtad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito". Tolle, lege.

jueves, 31 de marzo de 2011

Consecuencias

Desde que leí El viajero del siglo, de Andrés Neuman, toda mujer con un libro en la mano me resulta terriblemente sexy. Un efecto más de la buena literatura.

lunes, 28 de marzo de 2011

El viajero del siglo

La luna se me acercó como pocas veces mientras leía El viajero del siglo, de Andrés Neuman. No sólo eso, mientras leía esta novela perdí a un buen amigo, me enamoré dos veces, terminó el invierno, empezó una guerra. Mientras leía la obra de Andrés Neuman, en el país del sol naciente el suelo y el mar se estremecieron y un millón de asustadas ballenas aletearon con dirección al pueblo que las persigue y las mata desde hace siglos. Mientras conocía a los personajes entrañables de esta novela, como el viejo organillero, que me recordó a Platón, la vida parece haberse acelerado y las cosas y las personas que definían mi vida ya no están donde solían estar, como si todas ellas hubieran montado en su propia placa tectónica y se desplazaran al capricho de fuerzas ocultas. Supongo que todos estos son efectos, algunos de ellos no deseados, de la buena literatura. Quizá por ello tanta gente se resiste a empezar una gran novela como El viajero del siglo. Cobardes.

martes, 1 de marzo de 2011

Los demasiados viajes

Soy un viajero frecuente. No hay nada glamuroso en ello. Mis viajes transcurren por tierra y, por tanto, no frecuento elegantes aeropuertos internacionales poblados de gente cosmopolita, sino grises estaciones de autobús llenas de resignados oficinistas y migrantes melancólicos. Tengo un problema con estos viajes. Son ellos, los viajes rutinarios, los que alimentan mi intolerancia y mi neurosis. Odio al predicador de banqueta que me entrega un papel y me hace saber, a gritos, que Jesús me ama, con la actitud de quien hace un reclamo, no de quien anuncia una buena nueva. Odio a la señora gorda que ¡por supuesto! en un autobús con 44 lugares compra exactamente el lugar que va a mi lado. Debe ser una prueba más de que Jesús me ama. Odio sus 150 kilos de peso, odio el que no deje de comer desde que, con mucha dificultad, se acomodó en su asiento, junto a mí. Tengo miedo de que al terminar su vasto arsenal de alimentos empiece a comerme a mí. De hecho, por varios minutos me observa descaradamente. Estoy seguro que se pregunta si tendré buen sabor. Junto a ella me veo idéntico al pequeño hombre del subterráneo de la caricatura de Quino. Odio al niño de brazos que llora todo el camino. Odio este trayecto de casi tres horas en una posición incómoda gracias a que la gorda ocupa un asiento y medio. Odio la espera de veinte minutos para que me entreguen mi equipaje. Toda esta gente viaja llena de maletas, las cuales son de un volumen y un peso que apenas pueden arrastrar. Odio a este gente que parece que se muda de casa cada vez que se sube al autobús. La estupidez humana se mide por el número de maletas con las que se viaja. Yo viajo con una sola maleta, soy un estúpido promedio. Pero esta gente ¿qué piensa esta gente? Mi neurosis, mi intolerancia hacia el prójimo, esas sí están peligrosamente por encima de promedio... y estos viajes que no cesan.

lunes, 21 de febrero de 2011

La multitud errante

Tengo la impresión de que en Colombia se habla y se escribe el mejor idioma castellano del planeta. Sobra decir que no soy experto en la materia. Es sólo una impresión subjetiva. Quizá sea porque cuando leo a escritores colombianos me doy cuenta de que, además del talento individual que cada uno posee, todos han mamado de la mejor veta del idioma. Es un deleite leer a todos ellos. Quien piense que la literatura colombiana empieza o termina en el Gabo se está perdiendo de autores del mismo nivel de García Márquez. Laura Restrepo es un buen ejemplo. Su prosa es un deleite. Quisiera poder decir mucho más respecto a lo placentero que es leer a Laura, pero no tengo las herramientas. Apenas soy un aprendiz de lector a quien le gusta recomendar sus pocos pero doctos libros. Un caminante más con su carga a cuestas, sin rumbo fijo y en busca de sus propios fantasmas. Un caminante más de la multitud errante.

viernes, 18 de febrero de 2011

La Bohemia

El orientador vocacional de mi colegio vaticinó hace muchos años con voz atronadora... "López Calva, usted es un bohemio". Como si a esta sentencia le hiciera falta algo, unos años después me topé con una gitana, a la que le mostré la palma de la mano para que dejara de joder, y que, a cambio de unas monedas, leyó que siempre estaría "corto de dinero". Con este par de advertencias nadie puede llamarse sorprendido ante el fracaso. Estaba previsto sino por mí al menos para quienes se topaban conmigo. Y sí, supongo que hay elementos en mí de un bohemio, pero como dice Pessoa en el Libro del desasosiego "no he tenido la compensación del espíritu bohemio: el desnudo fácil de las emociones inmediatas". Bohemio improbable, fallido, de bolsillos vacíos.

jueves, 10 de febrero de 2011

El arte de desaparecer

Ten cuidado con lo que deseas porque se te puede conceder. Esto lo había escuchado y leído muchas veces. Es casi un lugar común. Nunca le presté mucha atención. Sin embargo, de unos días a la fecha, la frase suena y resuena dentro de mí; vamos, que se ha convertido en tortura. Y es que llevo años deseando una oportunidad como la del doctor Passavento. Me he dedicado a la lectura de autores como Salinger y Walser. Incluso he intentado copiar, sin mucho éxito, debo decir, al escribiente Bartleby. Preferiría no hacerlo.
De unos días a la fecha he visto como mis correos electrónicos quedan sin respuesta. Las pocas órdenes que doy, a la escasa gente que me rodea, quedan sin ejecutarse. En la calle nadie parece notar mi presencia. Incluso he estado tentado a provocar un choque con otro transeúnte, sólo para comprobar que no soy un ente etéreo. Y este inútil pasatiempo, esta irrefrenable manía por escribir con letra cada vez más pequeña en un blog que nadie lee.

martes, 4 de enero de 2011

Año nuevo

Con ayuda del ejercicio y las infusiones de Passiflora Incarnata empiezo el 2011. ¿Qué nuevos autores me deparará este año? ¿Qué libros me están esperando? El año pasado quedó marcado para mí como el año del descubrimiento de la obra de Enrique Vila-Matas. Sus libros me han cautivado tanto que tengo el propósito de leer toda su obra. Pero no me lo he impuesto como una tarea forzosa sino como un camino placentero que algún día habré de agotar. Siento tal admiración por este autor que he notado que cada vez me parezco más a él. Quiero decir, físicamente parecido. Sí, cada día más. De hecho he leído que un bar en Barcelona organiza cada año un concurso de dobles de Vila-Matas y he decidido inscribirme. Estoy seguro que puedo ganar este concurso. De ser así, de ganar, voy a disfrutar mucho la cara de incredulidad de todos aquellos que se han burlado de mí cuando les he comentado sobre mi parecido físico con Vila-Matas.