viernes, 17 de julio de 2015

Suicidas

Ronald Simkin es un joven de 15 años que vive en el seno de una familia judía. Su madre ha decido que Ronald debe ser un concertista de piano. Tiene el talento para ello. A Ronald nunca se le ve en los patios de juego ya que pasa horas sentado al piano después de la escuela bajo la estricta mirada de su madre. Los fines de semana tiene un poco más de horas de descanso pero el ensayo al piano es cosa de todos los días.
Un día la señora Simkin llega a casa y encuentra a Ronald ahorcado en la regadera del baño. Cuelga muerto con su cara de niño el talentoso Ronald. Hay una nota -sostenida con un alfiler- en la camisa impecablemente planchada del joven. Es la nota del suicida.

Llamó la señora Blumenthal. Que por favor lleves las reglas del dominó chino a la reunión de hoy en la noche. Ronald

Hasta en su último y desesperado acto Ronald se ha comportado como el buen hijo judío de mamá. Alguien al que no se le puede hacer un solo reproche.
Esta escena está sacado de libro “El lamento de Portnoy” de Phillip Roth. El autor creció en una familia judía y en un barrio de mayoría judía de New Jersey. Sus novelas describen ese mundo al interior de estas familias que intentan integrarse a la vida en Norteamérica. Develar ese entorno con una mirada crítica le valió el desprecio de una parte de su comunidad, cartas encendidas de parte de destacados Rabinos y la etiqueta de “anti semita”. Cuando se le pregunta al propio autor si es realmente anti semita suelta una sonora carcajada.
A pesar de las críticas, Roth continuó escribiendo y posee una de las obras más prolíficas de su generación. Ha ganado casi todos los premios literarios importantes. Cada año se le menciona como uno de los favoritos para ganar el Premio Nobel pero quizá Roth quede del lado de Joyce, Kafka, Proust, Borges y otros grandes de la literatura que pasaron inadvertidos por la academia sueca. “El lamento de Portnoy” fue publicado en 1969 y representó el primer éxito literario de Roth. Años más tarde, el escritor crearía a su alter ego, Nathan Zuckerman, personaje central de varias de sus novelas posteriores.

La buena literatura debe ser más profunda, más oscura y más grande que la vida misma. Roth ha dicho que cuando él decidió ser escritor sabía que ya no podría ser el hijo de alguien, el sobrino de alguien, el padre de alguien sino que simplemente sería un escritor. Roth nunca tuvo hijos, como no los tuvo Kafka o como no los han tenido grandes escritores en la historia de la literatura. Hijos sin hijos. En una entrevista Roth afirma que no está interesado en el libro escrito por un buen hijo pero podría estar muy interesado por un libro que trata sobre un buen hijo. Un buen hijo como Ronald Simkin.