lunes, 21 de febrero de 2011

La multitud errante

Tengo la impresión de que en Colombia se habla y se escribe el mejor idioma castellano del planeta. Sobra decir que no soy experto en la materia. Es sólo una impresión subjetiva. Quizá sea porque cuando leo a escritores colombianos me doy cuenta de que, además del talento individual que cada uno posee, todos han mamado de la mejor veta del idioma. Es un deleite leer a todos ellos. Quien piense que la literatura colombiana empieza o termina en el Gabo se está perdiendo de autores del mismo nivel de García Márquez. Laura Restrepo es un buen ejemplo. Su prosa es un deleite. Quisiera poder decir mucho más respecto a lo placentero que es leer a Laura, pero no tengo las herramientas. Apenas soy un aprendiz de lector a quien le gusta recomendar sus pocos pero doctos libros. Un caminante más con su carga a cuestas, sin rumbo fijo y en busca de sus propios fantasmas. Un caminante más de la multitud errante.

viernes, 18 de febrero de 2011

La Bohemia

El orientador vocacional de mi colegio vaticinó hace muchos años con voz atronadora... "López Calva, usted es un bohemio". Como si a esta sentencia le hiciera falta algo, unos años después me topé con una gitana, a la que le mostré la palma de la mano para que dejara de joder, y que, a cambio de unas monedas, leyó que siempre estaría "corto de dinero". Con este par de advertencias nadie puede llamarse sorprendido ante el fracaso. Estaba previsto sino por mí al menos para quienes se topaban conmigo. Y sí, supongo que hay elementos en mí de un bohemio, pero como dice Pessoa en el Libro del desasosiego "no he tenido la compensación del espíritu bohemio: el desnudo fácil de las emociones inmediatas". Bohemio improbable, fallido, de bolsillos vacíos.

jueves, 10 de febrero de 2011

El arte de desaparecer

Ten cuidado con lo que deseas porque se te puede conceder. Esto lo había escuchado y leído muchas veces. Es casi un lugar común. Nunca le presté mucha atención. Sin embargo, de unos días a la fecha, la frase suena y resuena dentro de mí; vamos, que se ha convertido en tortura. Y es que llevo años deseando una oportunidad como la del doctor Passavento. Me he dedicado a la lectura de autores como Salinger y Walser. Incluso he intentado copiar, sin mucho éxito, debo decir, al escribiente Bartleby. Preferiría no hacerlo.
De unos días a la fecha he visto como mis correos electrónicos quedan sin respuesta. Las pocas órdenes que doy, a la escasa gente que me rodea, quedan sin ejecutarse. En la calle nadie parece notar mi presencia. Incluso he estado tentado a provocar un choque con otro transeúnte, sólo para comprobar que no soy un ente etéreo. Y este inútil pasatiempo, esta irrefrenable manía por escribir con letra cada vez más pequeña en un blog que nadie lee.