lunes, 28 de marzo de 2011

El viajero del siglo

La luna se me acercó como pocas veces mientras leía El viajero del siglo, de Andrés Neuman. No sólo eso, mientras leía esta novela perdí a un buen amigo, me enamoré dos veces, terminó el invierno, empezó una guerra. Mientras leía la obra de Andrés Neuman, en el país del sol naciente el suelo y el mar se estremecieron y un millón de asustadas ballenas aletearon con dirección al pueblo que las persigue y las mata desde hace siglos. Mientras conocía a los personajes entrañables de esta novela, como el viejo organillero, que me recordó a Platón, la vida parece haberse acelerado y las cosas y las personas que definían mi vida ya no están donde solían estar, como si todas ellas hubieran montado en su propia placa tectónica y se desplazaran al capricho de fuerzas ocultas. Supongo que todos estos son efectos, algunos de ellos no deseados, de la buena literatura. Quizá por ello tanta gente se resiste a empezar una gran novela como El viajero del siglo. Cobardes.

3 comentarios:

  1. Pablo, sé que tu ritmo de trabajo es alto al igual que tu pasión por la lectura, de manera que desde hace tiempo me pasa por la cabeza la siguiente pregunta... A que hora lees? En lo personal me gustaría leer más pero por mi estúpida justificación de... A que hora lo hago? Jámas termino un libro. Ayúdame compartiendo tu secreto no?

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  2. No hay secretos Miguel. Hay que tener la disciplina de leer todos los días y entonces se vuelve un hábito, como el ejercicio o cualquier otro. Yo leo en las noches, antes de dormir y en el autobús, en los trayectos entre México y Puebla.
    Saludos.

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