martes, 19 de mayo de 2009

No, no es una historia de amor (convencional)

Durante poco más de seis años fui profesor de temas financieros, primero en la Universidad Iberoamericana y después en la UDLA-Puebla. Más allá de las finanzas, yo siempre recomendaba a mis alumnos algunos libros; novelas básicamente. Intentaba, casi siempre en vano, fomentar el hábito de la lectura entre estos jóvenes.
Me parece que entre los doce y los veinte años es la etapa en la que nos hacemos de nuestros vicios, buenos o malos. El cigarro, el alcohol, la lectura, entre otros. De estos tres ejemplos no se cuál de los tres es el mejor, pero yo fomentaba la lectura, aunque estoy consciente de que un lector no es necesariamente mejor persona que un analfabeta. La historia nos ha dado grandes asesinos ilustrados, amantes de la lectura, así como a santos y mártires que apenas sabían leer. Pero así es esto de los vicios. Un alcohólico invita a sus amigos a tomar. Yo invitaba a mis alumnos a leer.
Un semestre me topé con una alumna, que además de ser brillante, académicamente hablando, era una gran lectora. Mis recomendaciones literarias normalmente ya habían sido leídas por mi alumna. El que al final de la clase apuntaba nuevos títulos y nombres de autores era yo. Siempre se aprende más como profesor que como alumno. Algún día, mi alumna me comentó que su libro favorito era “El maestro y Margarita” de Mijaíl Bulgákov –Ucraniano de origen, ciudadano de la Unión Soviética por caprichos de la historia-. Algunos años antes había escuchado sobre este libro, pero era en realidad una obra lejana para mí. No figuraba en absoluto en mi lista de prioridades de lectura. Pero mi alumna me habló con vehemencia de esta obra y su entusiasmó terminó por moverme, de modo que en cuanto pude compré el libro y lo leí.
En general, “El maestro y Margarita” es un libro que no admite medias tintas. Una de dos: dejas la lectura a medias, totalmente aburrido y odiando el libro, ó: terminas rápidamente el libro, en un estado parecido al Síndrome de Stendhal. Para los que quedamos encasillados en la segunda categoría el libro se convierte en una obra de culto. Un libro que siempre invita a releerse, especialmente ciertos capítulos.
Debo decir que el libro no es apto para todo público. El autor, entre otras licencias creativas que se otorga, da una versión muy original de los últimos días de Jesús en la tierra. Para el autor, Jesús no es más que un predicador más del desierto. La conversación de Jesús con Pilatos y el desenlace de esta plática son una pieza importante de la trama del libro -y literariamente una obra de arte-, pero es también una blasfemia. En un planeta con millones de cristianos me parece pertinente hacer esta aclaración, para que nadie se sienta ofendido.
Para terminar de escandalizar a algunos de mis pocos lectores, debo hacer un apunte que hace de puente entre la literatura y la música. Mick Jagger de la banda de música The Rolling Stones escribió la canción “Sympathy for the Devil” después de leer este libro. Yo no soy un fanático de “Los Stones”, pero debo decir que “Sympathy…”, es, junto con “Ruby Tuesday” y “She’s a rainbow”, una de las pocas canciones que me gustan de este grupo.
En una ocasión, en un arranque de frustración, desesperación, o una combinación de ambas, Bulgákov, que sentía el asedio del régimen y padecía la censura como autor, quemó varios capítulos de su novela. Afortunadamente, el autor tuvo el valor de escribirlos nuevamente, casi de memoria un tiempo después. De ahí una de las frases más famosas del libro: “Los manuscritos no arden”. Bulgákov murió en 1940 cuando todavía trabajaba en las últimas correcciones de su obra. “El maestro y Margarita” se publicó como libro completo unos treinta años después de la muerte de Bulgákov, escondida todo este tiempo de las manos de los censores del régimen soviético.
Existen miles de libros y cada lector forja su propia ruta. Que no se tome a recomendación este breve texto salpicado de mi entusiasmo de aprendiz de lector. Es tan sólo una anécdota de vida que felizmente involucra a dos personas y un libro. Por cierto, el nombre de aquella alumna que me habló del libro es Margarita.

3 comentarios:

  1. Margarita García y Rojas19 de mayo de 2009, 20:16

    Estimado Pablo: Llegué a su blog por recomendaciones de Gaby González y a ella le debo, entre varias cosas, descubrimientos maravillosos de lectura.

    Debo reconocer que a mí, como a usted, leer se me ha vuelto vicio. Y digo vicio de la forma como es conocido por todos: el defecto o exceso que entorpece la vida propia y por ende, la de los que nos rodean. Empecé a leer los posts de su blog este sábado, unas horas antes de ir a una fiesta de XV años. Y ahí es cuando me percato de qué tan grave es mi dolencia: con sus narraciones reí, lloré, volví a reír, apunté datos en una hoja de estraza que encontré, oí música, reí, sonreí y me tiré a las carcajadas. No sería esto producto del vicio si no faltaran unos minutos para el baile de presentación en sociedad de la citada quinceañera y sobre todo, si no tuviera a mi marido junto a mí, de traje y corbata, viendo el reloj y sospechando que en vez de leer unas narraciones, estaba en un cibernético chateo como toda una adolescente: -¿quién es ese 'blog' con el que te ríes tanto? . En cuanto me percaté de la hora, apagué con melancolía la lap, de la misma forma que un fumador aplasta su cigarro en estos nuevos espacios sin humo.

    Gracias por la escritura, pues alimenta mi vicio. Y casualmente, también me llamo Margarita. Y soy maestra. Un saludo.

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  2. Margarita,
    Ha sido un placer leer tu comentario. En dos sentidos, el primero porque escribes muy bien, se nota que eres maestra de español. Y el segundo por las inmerecidas porras.
    Siempre le decía a Gaby que era la presidenta de mi club de fans. Ahora tengo motivos para darle oficialmente el puesto, ya que está promocionando el blog.
    Muchas gracias por tomarse el tiempo para dejar este comentario y espero que siga visitando el blog.
    Saludos

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  3. Pues yo (como probablemente recuerdas) soy del grupo al que no les gustó el libro. No lo odio, pero es uno de los muy pocos libros que conscientemente he dejado a medias porque se me acabó la motivación para seguirlo leyendo. O dicho de otro modo, llegué al punto en que preferí aprovechar mi tiempo en otras cosas, en lugar de seguir leyendo el libro. Pero bueno, así es esto.

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