miércoles, 27 de mayo de 2009

El cabrón y la santa

La centralización abarca casi todos los ámbitos de la vida de nuestro país. Una de las caras de ese centralismo se expresa en el terreno laboral y, a lo largo de los años, millones de mexicanos hemos emigrado a la ciudad de México debido a este problema. Las oportunidades de trabajo están en el caótico distrito federal. Debería haberlas en nuestro lugar de origen, pero no es así.
En la vida cultural el fenómeno no es diferente. Si eres un creador y quieres existir, las becas, los trabajos, los foros, los contactos, los museos, están en la ciudad de México. Afortunadamente, algunos valientes se resisten a ese gran imán que representa el centro del país y deciden llevar a cabo su labor creativa desde sus lugares de origen. En el terreno literario, el norte de la república tiene varios escritores que están destacando.
Daniel Sada es uno de ellos. Sada nació en Mexicali, Baja California y aunque estudió en la ciudad de México, podemos ubicarlo como un foráneo, tanto a él como a su obra, que tiene como contexto principal el desierto del norte de la República Mexicana.
El genial escritor chileno Roberto Bolaño describió a Sada como un escritor barroco que está revolucionando la literatura mexicana. Las obras más conocidas de Sada son las novelas “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe” y “Casi nunca”. Recientemente terminé de leer esta última novela. No me gusta el barroco, pero disfruté mucho la obra y, efectivamente, el estilo de Sada no se parece al de ningún autor mexicano que haya leído.
Hace un par de años, por motivos de trabajo, visité Parras, Coahuila. El viaje en avión a Torreón no tuvo mayor gracia. Pero en el aeropuerto de Torreón me esperaba un auto con chofer de la empresa a la que visitaba. Y durante el viaje de Torreón a Parras el paisaje fue el protagonista. ¡Que paisaje! No es un paisaje hermoso, es un paisaje imponente. A los lados de una carretera todavía en construcción observas enormes valles de tierras áridas. Algunas cadenas de cerros sin vegetación, de poca altura, de filosas cumbres. Es el típico paisaje en donde te imaginas que vas a encontrar un auto averiado con un pasajero del cual sólo queda un esqueleto. Así, como de película. Después de unos minutos te das cuenta de que a pesar de que la carretera es una línea recta interminable, bien podrías estar avanzando en círculos, porque el paisaje es idéntico durante más de dos horas. Sin carreteras, sin mapas o brújulas es un lugar perfecto para perderse.
Finalmente, después de casi tres horas de monotonía, llegas a un oasis que se llama Parras. Al llegar, el paisaje se torna color verde. Se pueden ver árboles, vegetación, ¡un poco de vida! Se pueden ver incluso viñedos, cortesía de casa Madero. Parras es un respiro ante un paisaje que intenta volverte loco. De acuerdo a lo que me explicaba el chofer, Parras está casi a la mitad de camino entre Torreón y Saltillo. Ese es Parras, un oasis entre dos ciudades. Durante poco más de un día que duró mi visita me sentí en el medio de la nada, con todo respeto a la gente de Parras.
La mayor parte de la novela “Casi nunca” se desarrolla en esa zona del país, pero la historia se sitúa a mediados del siglo pasado. Gracias a mi reciente viaje a Parras, la lectura de la novela de Sada resultó vívida, ya que fácilmente pude recrear el contexto, el paisaje, el calor sofocante, la arena, los eternos viajes sobre caminos infames en los que se mueven los personajes. Si para mí resultó toda una aventura este viaje a Parras, en un auto moderno, con aire acondicionado y sobre una carretera decente, recorrer aquellos pueblos de Coahuila en la década de los años cincuenta debe haber sido propio de héroes o de idiotas.
No contaré la trama de la novela "Casi nunca", pero empecé comentando que la obra de Sada es todo menos centralista. La trama es interesante, divertida, y muy provinciana. Me acordé de una plática de orientación sexual en la preparatoria, en la que un sacerdote jesuita, de cuyo nombre no puedo acordarme, nos decía que el típico matrimonio provinciano en México requería de un cabrón y una santa. Bien podría ser este un título alternativo a la gran novela de Daniel Sada.

2 comentarios:

  1. Si, era un Padre que venia de Guadalajara no? Tampoco me acuerdo como se llama.

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  2. Lisi,
    Jaime platicó ayer en la reunión de ex-alumnos del Oriente una gran anécdota. Cuando un padre nos avisó en el salón de clases que teníamos que presentarnos al día siguiente a este curso de orientación sexual y preguntó si había alguna duda, un compañero, no voy a decir su nombre, preguntó: "¿Cómo hay que venir vestidos?".
    Ayer llorábamos de la risa ante esta puntada. Fue muy divertido.

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