jueves, 21 de mayo de 2009

Gracias por los versos

“The truth is rarely pure and never simple”
Oscar Wilde

De acuerdo al crítico literario Christopher Domínguez Michael, la obra del escritor Hermann Hesse está inspirada en la adolescencia del ser humano. Típicamente, Hesse se lee en la adolescencia y al releerse te remite nuevamente a esa etapa de la vida. Temática y cronológicamente -como lector- Hesse representa la adolescencia. Evidentemente, estoy simplificando al máximo el interesante texto de Christopher Domínguez, pero ese es el punto.
El día de ayer el canal 22 transmitió una entrevista con Mario Benedetti. La entrevista se llevó a cabo hace unos diez años, la retransmisión fue por razones obvias. El refrán dice algo así como “Si quieres conocer tus defectos, cásate. Si quieres conocer tus virtudes, muérete”. Y si no dice así, así me gusta a mí.
Las preguntas de la entrevista, con un chocante cuidado teatral y un maquillaje perfecto como de diva del cine, corrieron a cargo de Silvia Lemus. Benedetti habló de todo, empezando por la política. Don Mario dijo que aunque en Latinoamérica se habían acabado las dictaduras, esta zona todavía padecía la dictadura del neoliberalismo. Afirmó que aunque, “aparentemente” había democracia en los países de Latinoamérica, en realidad quienes gobernaban la zona eran el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y que nadie había votado por los presidentes de estos organismos. Dijo que los tiempos de esperanza que vivió la zona fueron el triunfo de la revolución cubana y de la revolución sandinista. Todo esto dijo Benedetti, pero bien lo hubiera podido recitar de memoria un estudiante de preparatoria de cualquier universidad pública. La diferencia es que en la fecha de la entrevista Mario Benedetti debió tener cerca de ochenta años de edad.
Antes de finalizar la entrevista, de pronto y sin previo aviso, mi cama se convirtió en máquina del tiempo. Viajé al pasado, a mis años de juventud, de estudiante de preparatoria, a mediados de los años ochenta. Los años de la revolución sandinista, la revolución en El Salvador. Mi educación jesuita hacía sus efectos y me ilusionaba la idea de un mundo mejor. Y si la vía de las armas era la opción, ¡qué mejor! No había opción más romántica, más digna de morir. Reviví mi indignación por el regaño de Karol Wojtyla a Ernesto Cardenal, en público, en pleno Aeropuerto de Nicaragua. En ese significativo acto se acabo mi relación con la iglesia del Vaticano, -la puta de Babilonia, le llama Fernando Vallejo-.
Entonces llegó lo inevitable. Recordé intensamente las páginas de “Primavera con una esquina rota”, de “Gracias por el fuego”. Vinieron a mi mente los versos de decenas de poemas que me enamoraron y que me ayudaron a enamorar. Recordé a Benedetti como el compañero de lucha, como el maestro, como el idealizado escritor. La química cerebral es poderosa, unas lágrimas se asomaron tímidamente en mis ojos. De acuerdo al texto “Instrucciones para llorar” de Julio Cortázar, lo estaba haciendo muy mal, así que me contuve.
Finalmente mi cama aterrizó abruptamente. ¡Vaya viaje! Y sin ayuda de nada. Con el mismo enfoque del texto de Domínguez Michael, me permito establecer que Benedetti es el escritor de la juventud temprana, de la rebeldía, del sueño revolucionario. Leerlo es propio del joven de la preparatoria y de los primeros años de la universidad. Releerlo te llevará irremediablemente a esa etapa de la vida post-adolescente, de sueños de igualdad, de desobediencia ante las figuras de autoridad. La obra literaria de Benedetti no superó la dictadura, no rebasó el exilio, no traspasó la tortura, no evolucionó. De vuelta a la entrevista, cuando Lemus le pregunta en qué está trabajando, Benedetti le responde, en los albores del nuevo milenio, que está escribiendo una novela cuyo personaje es un Uruguayo de clase media en los años setenta, que es apresado y torturado... deja vu. Así que después de Julio Verne y Salgari, vendrá Hesse e inmediatamente después, vendrá Benedetti para el joven lleno de espinillas e ideales y ahí quedará, cada vez más lejos del lector que intenta crecer.
Y está bien, habrá quien vea méritos en la congruencia ideológica del viejo Benedetti, pero yo soy más devoto de la evolución constante, de la duda metódica de toda ideología y creencia. Me hará feliz encontrarme en mi lecho de muerte con la idea de que he vivido equivocado en casi todo y con la convicción de que La Verdad, no existe. Le doy gracias a Benedetti por las palabras que me hicieron soñar y enamorarme. Por prestarme sus versos para acelerar el corazón de la enamorada en turno. Le doy las gracias por las tardes y las noches de apasionada lectura. Pero eso fue hace años, hace muchos años.

5 comentarios:

  1. hola sobrino efectivamente soy la tia lupe como siempre me dijeron, gracias por este escrito hermoso sabes ayer vinieron tus papàs y les leimos tus escritos, no te apures cony me dijo que el de ray por fa no y es obvio, y hechale una miradita a ese porque aquel dia te escribi ahi tambien.
    ayer de hecho esperabamos este escrito y comentamos que tal vez aun no lo hacias porque no habias tenido tiempo pero ahora te sigo felicitando y dando las gracias por tus escritos te quiero un beso

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  2. Hola José Pablo:

    Te he querido mandar mis comentarios pero por alguna razón fuera de mi control no lo he logrado, haber si este si.
    Quiero decirte que te encontré por casualidad, te leí y me encantaste tu manera de escribir tan descriptiva y coloquial y no se diga tu basta cultura que puedo saborear,y luego, luego, lo compartí con tu mami y con Lupita, fue una tarde de café estupenda de risas y lágrimas, pero sobre todo de alegría, esa alegría que da el sentirse orgulloso de ser parte de tí y de compartir algunos de tus recuerdos. Gracias muchas gracias.
    Te amamos

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  3. Gracias por los comentarios. Son un motor emocional para seguir escribiendo. Aunque escribo por necesidad, no económica sino emocional, siempre es lindo recibir retroalimentación de los lectores, especialmente cuando los lectores son personas a las que llevamos en el corazón.
    Un abrazo

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  4. Pablo, con la muerte de Benedetti recordamos Martín y yo justo toda esa etapa de la universidad y la pasión y casi adoración con la que leíamos el Inventario, La Tregua, el Cumpleaños de Juan Angel y demás.Qué bueno que Benedetti haya estado ahí para acompañarnos cuando tenía que hacerlo y que preparara el camino para que evolucionáramos y ahora nos hagamos acompañar por otros. No cabe duda que Benedetti también es ochentero, o al menos para nosotros.

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