miércoles, 25 de febrero de 2009

Yo tuve un hermano

Lo deseable hubiera sido crear algo de mi propia inspiración. Pero la vida le dio mucho talento a unos pocos y poco talento a muchos -entre los que me encuentro yo-. Reconozco que no es un buen pretexto, pero es todo lo que tengo. Así que, con el perdón de Julio Cortázar, tomo prestado su poema "Yo tuve un hermano", en homenaje a mi hermano Raymundo, con quien tuve el privilegio de compartir la vida seis años, demasiado poco, un suspiro.

YO TUVE UN HERMANO

Yo tuve un hermano
no nos vimos nunca
pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua.

Camine de a ratos
cerca de su sombra
no nos vimos nunca
pero no importaba.

Mi hermano despierto
mientras yo dormía.
Mi hermano lustrando
detrás de la noche
su estrella elegida

3 comentarios:

  1. Mangos...estoy en Nicaragua sin poder dormir, pensando en que quiero estar en mi casa, con Lulu y con Emilia. Pase unos dias tan chidos con Jeronimo. Leo esto y me vienen a la mente los dias mas intensos de mis terapias en Boston, cuando surgia el tema de Ray y mis recuerdos de ESE dia...en una memoria en que mi infancia no existe. En una de esas, me apresuro a Tower Records en Newbury Street y Mass Av y compro a Serrat cantando a Miguel Hernandez. Y me voy a mi casa en Allston. Mi roommate era un gran danes (o sea, un ilustre becado de dinamarca). Entonces yo fumaba. Fumo, escucho a Miguel Hernandez (elegia a Ramon Sije) y lloro. Esto escucho:
    "Yo quiero ser llorando el hortelano
    de la tierra que ocupas y estercolas,
    compañero del alma tan temprano.

    Alimentando lluvias, caracolas,
    y órganos mi dolor sin instrumentos,
    a las desalentadas amapolas

    daré tu corazón por alimento.
    Tanto dolor se agrupa en mi costado,
    que por doler, me duele hasta el aliento.

    Un manotazo duro, un golpe helado,
    un hachazo invisible y homicida,
    un empujón brutal te ha derribado.

    No hay extensión más grande que mi herida,
    lloro mi desventura y sus conjuntos
    y siento más tu muerte que mi vida.

    Ando sobre rastrojos de difuntos,
    y sin calor de nadie y sin consuelo voy
    de mi corazón a mis asuntos.

    Temprano levantó la muerte el vuelo,
    temprano madrugó la madrugada,
    temprano está rodando por el suelo.

    No perdono a la muerte enamorada,
    no perdono a la vida desatenta,
    no perdono a la tierra ni a la nada.

    En mis manos levanto una tormenta
    de piedras, rayos y hachas estridentes,
    sedienta de catástrofes y hambrienta.

    Quiero escarbar la tierra con los dientes,
    quiero apartar la tierra parte a parte
    a dentelladas secas y calientes.

    Quiero mirar la tierra hasta encontrarte
    y besarte la noble calavera
    y desamordazarte y regresarte.

    Volverás a mi huerto y a mi higuera,
    por los altos andamios de las flores
    pajareará tu alma colmenera

    de angelicales ceras y labores.
    Volverás al arrullo de las rejas
    de los enamorados labradores.

    Alegrarás la sombra de mis cejas
    y tu sangre se irá a cada lado,
    disputando tu novia y las abejas.

    Tu corazón, ya terciopelo ajado,
    llama a un campo de almendras espumosas,
    mi avariciosa voz de enamorado.

    A las aladas almas de las rosas
    del almendro de nata te requiero,
    que tenemos que hablar de muchas cosas,
    compañero del alma, compañero."

    En Boston, terapia de por medio, pienso en el porqué. No en el porqué del terrible hecho, sino en el porqué nuestros papás solamente pensaron que era SU pena.
    Estamos tardando tanto en hacerla nuestra. Propongo una idea malísima. Quizás útil. Hagamos este año un calendario sobre Ray. Hagamos nuestra esa pena. Papá, en su misa de 75 años, lloró por Ray. Yo no lo hice. No era apropiado. Era su pena.

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  2. El poema de Pablo y el comentario con poema de Luis Felipe -sobre todo la narración de su experiencia- me pusieron a pensar si convendría publicar o no este texto que les comparto. No quiero forzar a ninguno de mis hermanos a remover cosas profundas, sobre todo si no están en el momento adecuado, pero al mismo tiempo siento que como dice Luis, nunca hemos hecho "nuestra" la pena por la pérdida de Ray. Somos todos adultos y creo que por ello, cada uno elegirá si lee o no las líneas que siguen...ahí les van...bajo advertencia no hay engaño:

    Raymundo Eugenio y mi problema con la muerte…

    “!Ya me lo mataron!, ¡Ya me lo mataron!” gritaba llorando mi papá –al que muy pocas veces en mi vida he visto llorar, incluso no lo ví en el funeral de Ray al que se refería desesperadamente este grito-…”!Ya me lo mataron!” y corría hacia nosotros que íbamos también corriendo hacia donde estaba él con otras personas, el tío Pedro entre ellas, no recuerdo quién más…
    Unos minutos antes –si el hubiera existiera, si se pudiera regresar el tiempo- nosotros estábamos sentados en la banqueta en línea, como formados esperando a que llegaran a la meta imaginaria –era un entrenamiento y no una carrera oficial- los miembros pequeños del club Jet, los de siete años –ahora que lo escribo pienso que es la edad de Daniela, muy pocos años- que venían dando la vuelta al estacionamiento del estadio Cuauhtémoc, donde habíamos sido llevados a entrenar.
    Recuerdo que los más grandes –nueve años no era mucho más, pero yo estaba en otra categoría con mi primo David y otros- ya habíamos pasado nuestro turno antes, pero la muerte no se apareció sino hasta esa segunda o tercera ronda.
    Nosotros sentados en la banqueta vimos a lo lejos -recuerdo aún a David riéndose como si hubiera sido un pequeño incidente- sin saber aún lo que pasaba, como todos los demás, a un camión de carga que se metía a la calle interior del estacionamiento por donde venían corriendo todos, Bernardo y Ray en el grupo. Desgraciadamente Ray se retrasó del pelotón y el chofer creyó que ya habían pasado todos –“¿ya pasaron todos?” dice Pablo que preguntaba mi papá dentro de la camioneta- pero faltaba uno, faltaba Ray y todos vimos como Ray chocaba contra la defensa del camión y caía de la bicicleta…todos asumimos que era solamente una caída leve, algo hasta gracioso según la risa de David. Sin embargo cuando corrimos hacia el lugar mi papá venía en sentido contrario a nosotros gritando, todo era confusión y mi tío Pedro y otros adultos nos detuvieron, no dejaron que nos acercáramos al lugar…
    El siguiente recuerdo es el de ir en la caja de la pick up donde cargaban el mármol –nuestra infancia, adolescencia y juventud se desarrolla siempre con una pick up de esas-, todos sentados y callados, nadie producía el menor ruido, nadie entendía o quizá los que estábamos un poco mayores no queríamos entender, lo que había pasado.
    De allí a la casa de la 7 sur, el llanto de todos y la sala de pronto convertida en “capilla ardiente” –nunca he entendido el nombre-. Recuerdo allí la insistencia de los pequeños que cumplían años por su pastel –la recuerdo por haberla vivido y por las miles de veces que mi mamá la contaría después- y recuerdo a Angel, nuestro semi-medio-hermano (indefinido, como tantas cosas en la familia nunca supimos bien a bien cómo llegó a nuestras vidas y cómo se fue y siempre fue tratado como algo menos que medio hermano y algo más que un niño empleado doméstico recogido por mis papás por petición de su gran amigo “el padre Portillo”, al que sólo conocimos de oídas). Lo recuerdo llegando por el pasillo que atravesaba la casa por un lado y allí llorando al enterarse de que “su rayito”, el que siempre fue su consentido entre los hermanos, había muerto en un accidente absurdo, atropellado por un materialista.
    Y luego el pastel –Pablo lo recuerda en casa de la abuela y yo en el desayunador de la casa…creo que él tiene razón, pero mi mamá grabó en mí la otra imagen porque siempre contaba que “hubo velatorio en la sala y pastel de cumpleaños en el desayunador”- en el que todos participamos en el total desconcierto. Al día siguiente el panteón y de allí la construcción de una capilla –donde mi papá expresó su vocación arquitectónica y desfogó sus energías por un tiempo- y la sucesión anual de homenajes, de esas carreras de ciclismo infantil “Raymundo Eugenio López Calva” que salían reportadas en “El heraldo de Puebla” con fotos de la competencia y del panteón. Esos homenajes que año con año torturaban a nuestros papás y que nos hacían tener que asistir nuevamente a la representación de algo de lo que después, a lo largo del año, nunca se hablaba…tal vez por protegernos del recuerdo, por evitarnos traumas posteriores…pero más bien construyéndonos esos traumas, tatuándolos con música de mariachi, Panteón Francés y capilla con piedrín de Santo Tomás…
    En efecto, no se hablaba de eso, solamente mi mamá lo platicaba con otras personas, lo repetía y lloraba, mientras mi papá iba de médico en médico sintiéndose mal de todo sin tener nada -¿algo que ver con mis malestares constantes e inexplicables durante estas mis épocas alrededor de los cuarenta que él tenía cuando todo pasó?- y los años pasaban y solamente se volvía a recordar en el homenaje y cuando ya no hubo Sr. Tlacuilo que lo organizara, con una escueta frase de mi papá en la mesa: “Hoy m´hijo” Ray cumple tantos años”.
    “!Ya me lo mataron!” “!Ya me lo mataron!”…esa frase retumbra en mi inconsciente y de vez en vez se me aparece en el conciente con la imagen de mi papá joven, desesperado, impotente, frágil, corriendo sin saber hacia dónde ni para qué…será por eso que a pesar de todas sus cosas que no entiendo y que generan ese enojo colectivo entre nosotros sus hijos, sigo teniéndole una profunda compasión y aunque no lo confronte y quizá no lo apoye tanto como debiera o quisiera, sigo cargándolo todos los días…
    Mucho de mi sombra tiene que ver con esa frase y con esa imagen, con el profundo miedo a la muerte propia o ajena que aún me paraliza y que muy a mi pesar me ha tocado enfrentar en la Ibero cuando tuve que decirle, junto con un jesuita a un papá, que su hijo estaba siendo bajado por los socorristas de la Cruz Roja, muerto, después de una subida accidentada al “Pico de Orizaba” con nuestro equipo de alpinismo universitario o cuando acompañé con Gaby a Luisa, desde que Willy cayó de la cuatrimoto y se rompió por dentro hasta el espejismo de su recuperación y su muerte y su post-muerte…su sepelio y sus años de ausencia y los tiempos oscuros de Luisa rebelándose contra esta injusta y estúpida muerte de un gran artista y gran persona, tan injusta y estúpida como la de un niño de siete años…
    Creo que en mi caso, más que despedirme de ti, querido Ray –porque fuiste querido cuando convivimos y jugábamos al fútbol en el patio de “la casa grande” y de algún modo, en el semi-olvido de hoy sigues siendo querido en lo profundo-, este texto me está llevando a intentar un ejercicio de aceptación de la indigencia humana, de la fragilidad que todos tenemos –aunque seamos “Raymundo López, el que regaña a todos”-, de la profunda necesidad de los otros que todos padecemos-gozamos y de la inevitable aunque misteriosa y aún temida realidad de la muerte, a la que algún día, tarde o temprano vamos a llegar y a la que ojalá pueda recibir en paz y con una sonrisa por todo lo grandiosa que ha sido y sigue siendo mi vida a pesar de este dolor profundo que cambió para siempre el rumbo de nuestra familia.

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  3. aqui te conte mucho de lo que pasò cuando tu mamà se enterò pero no me dejò publicarlo dijo que no era aceptado tal vez era mucho o el angelito de Ray no quiere que sepan mas detalles no se tal vez porque el los protege a cada momento

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