martes, 17 de febrero de 2009

Pavlus

De niño me enseñaron que Saulo de Tarso, perseguidor de cristianos, fue derribado de su caballo por una luz intensa que lo dejó ciego cuando iba camino a Damasco. Jesús le habló a Saulo, quien entró a Damasco ayudado por algunas personas y después de tres días de ayuno se convirtió al cristianismo, se bautizó y recuperó la vista. Como punto final de esta transformación, me fue dicho, Saulo de Tarso cambió su nombre a Pavlus (Pablo), que quiere decir, “pequeño”, porque Saulo rendía con ello un homenaje a Jesús al declararse “pequeño ante el Señor”. El perseguidor de cristianos que llegó a convertirse en unos de los pilares del Cristianismo, el pequeño ante el Señor, nada menos que San Pablo.
De adulto leí que es muy poco probable que Saulo montara a caballo. Por aquella época estos animales eran exclusivos de algunos soldados romanos de alto rango. Vamos, tener un caballo en aquel entonces era como tener un auto en el año 1900. Leí también que Saulo de Tarso era hijo de hebreos, descendiente de la tribu de Benjamín. Como casi todos los nacidos en territorios bajo el dominio de Roma, Saulo tenía un “praenomen”, el nombre que le escogían los padres, en este caso un nombre judío por su herencia cultural. Pero también tenía un “cognomen”. El cognomen, que en sus orígenes fue un apodo asociado a una característica física, con el tiempo se convirtió en un apellido que se heredaba del padre. Por ejemplo, el emperador romano Julio César, en realidad se llamaba Cayo Julio y “César” era su cognomen, que significaba “de gran cabellera”. Entonces, Pavlus, palabra griega que significa pequeño, era el apellido “romano” de Saulo, siempre lo fue. Entonces tenemos a Saulo el chaparro, nacido en Tarso –o primero nacido en Tarso y después chaparro, como guste-. Ya sea por culpa de un antepasado no muy lejano o por él mismo, San Pablo era un “chaparro”.
El giro en la historia del nombre de San Pablo, no es trivial. Al menos no para mí porque resulta que llevo ese nombre en mi acta de nacimiento –y en mi fe de bautismo, faltaba más-. Y bueno, lo acepto, con la estatura de mi padre y con la mía propia, hay una gran probabilidad de que de todos modos mi nombre fuera Pablo, de haber nacido en aquella época. Pero lo que me vendieron como un homenaje al Señor, un acto de humildad, resultó ser sólo un defecto físico. Algo intuía desde hace años, porque siempre me molestó que la gente me llamara “Pablito” y ahora me molesta más que nunca. ¿Por qué la gente se siente con derecho de llamarme “Pablito”? Es un pleonasmo, carajo.

1 comentario:

  1. Un pleonasmo relacionado (que encontré en algún rincón de mi memoria): 'párvulo' viene de 'parvulus', diminutivo de 'parvus' que significa 'pequeño'. Así que 'párvulo' significa 'pequeñito'. Y hay quien usa 'parvulito'... ¿'pequeñitito'?

    "Pablito es un parvulito" :)

    ResponderEliminar