jueves, 25 de febrero de 2010

Nightmare

He descuidado tanto mi dieta últimamente que un día de estos voy a reventar como un sapo. Cuando esto suceda, la masa sanguinolenta de casi ochenta kilos impactará el parabrisas de los camiones de carga que circulan sobre Río San Joaquín. Bestias mecánicas de carga cuyos choferes, al frenar con motor sus enormes máquinas, me despiertan sobresaltado todas las madrugadas en medio de un estruendo. La explosión de mi cuerpo provocará tal sorpresa a las bestias, y el impacto visual será tal, que, después de derrapar varios metros, terminaran recostados, máquina y auriga, sobre el pavimento, ahogados en un amasijo de color rojo. Amasijo que seguirá su marcha sobre circuito interior, tomará la calzada Zaragoza y la autopista a Puebla. Subirá a La Malinche para ver desde lo alto a don Gregorio Chino Popocatépetl y a su amante dormida. Bajará corriendo divertido por los arenales, llegará a Puebla y visitará la cancha de tierra del Salesiano, áspera como una lija, y la cancha de pasto de la empresa Magatex, suave como una alfombra. Llegará hasta el Instituto Oriente y en las canchas uno y dos correrá por última vez, y extrañará el aroma a anís de la cancha tres, que ha sido destruida. Quizá visite la UDLA, sus aulas y sus canchas de fútbol. Terminará su camino en algún lugar de Cholula, donde finalmente se sentirá cómodo, este increíble amasijo, como el toro de lidia que muere pegado a las tablas, buscando la querencia.

2 comentarios:

  1. Muy bueno!

    Ahora que si siguieras el recorrido de la masa sanguinolenta, de atrás para adelante, desde Cholula hasta Río San Joaquín, pasando por todos eso lugares que mencionas... si lo siguieras a pie, para cuando llegaras a Pemex habrías perdido tanto peso que ya no habría riesgo de explosión. Aunque la pesadilla sería más bien las ampollas en los pies.

    ResponderEliminar
  2. Jaja, muy cierto. A caminar y más tarde a correr para no explotar. Saludos

    ResponderEliminar