martes, 23 de febrero de 2010

Grandes comienzos

"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor”.

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevo a conocer el hielo".

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo”.

“Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina Victoria de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo. Yo soy María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia-Coburgo y Rey de Bélgica, a quien llamaban el Néstor de los Gobernantes y que me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaños y me decía que yo era la pequeña sílfide del palacio de Laeken. Yo soy María Carlota Amelia Clementina, hija de Luisa María de Orleáns, la reina santa de los ojos azules y la nariz borbona que murió de consunción y de tristeza por el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todavía era Rey de Francia me llenaba el regazo de castañas y la cara de besos en los jardines de la Tullerías. Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, sobrina del Príncipe Joinville y prima del Conde de París, hermana del Duque de Brabante que fue Rey de Bélgica y conquistador del Congo y hermana del Conde de Flandes, cuyos brazos aprendí a bailar, cuando tenía diez años, a la sombra de los espinos en flor”.

3 comentarios:

  1. Algo cambió en mí. Cuando tenía veinte años hubiera sentido casi urgencia por leer esos cuatro libros. Hoy leo, y salvo Pedro Páramo (que es el único que he leído), no siento casi nada, me quedo medio apático. De hecho el último (qué es? Noticias del Imperio?) la verdad me da hue... Ni siquiera acabé de leer el fragmento. Y el principio de Pedro Páramo, si lo leo rápido, como que no tiene mucho efecto. Tengo que leerlo despacio, oírlo, más que leerlo.

    Algo cambió en mí. Y no lo lamento mucho que digamos. Una carga menos en mis espaldas.

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  2. Ya lo dijo Julio Numhauser, chileno -y Mercedes Sosa se cansó de cantarlo- "cambia, todo cambia".

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  3. No!, cómo ?? 100 años de soledad??
    Yo vuelvo a leer ese principio y vuelvo a sentir lo que sentí al final.... que fue: wo. Y cerré el libro y me quedé pasmada horas.

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