sábado, 29 de agosto de 2009

Días sin sol

Estoy atrapado en la telaraña que yo mismo tejí. ¿Qué me hace pensar que ahora tengo derecho a lloriquear? Será mejor guardar la compostura, respirar hondo y apurar el paso. De cualquier forma no hay de que preocuparse. Al final todo saldrá mal.

jueves, 27 de agosto de 2009

Con razón!

El teórico de la comunicación Marshall McLuhan dijo alguna vez que el medio es el mensaje. En las décadas de los años setenta y ochenta, sin televisión de paga en México, con sólo 4 o 5 canales de señal aérea, el canal 2 de Televisa era el mensaje. Y en lo que toca a la información, el noticiero "24 horas", con Jacobo Zabludovsky era El Mensaje. Nada sucedía en México si no era visto en "24 horas". Nada era noticia, nada era cierto en México si no estaba en "24 horas". Zabludovsky era el mensaje. Jacobo ha sido el periodista más poderoso en la historia de México, así de simple.
En días recientes, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal le otorgó la medalla al Mérito Ciudadano a Zabludovsky. Para mí resulta evidente que Jacobo añora los tiempos en donde todo estaba controlado en este país. Le leo cada lunes en El Universal, es evidente su nostalgia. Enemigo de todo lo que tenga olor a pan, amigo de viejos priístas que ahora militan en el partido que le otorgó la medalla, Jacobo sigue siendo un periodista exitoso. No comulgo con sus ideales políticos pero es un hombre culto a quien es muy divertido escuchar y leer.
Ayer vi en la t.v. una entrevista con Jacobo. Le pidieron que contara una anécdota de su larga carrera como periodista. Dijo no recordar nada en especial pero platicó la siguiente anécdota. De camino a su trabajo, en su auto, en la Zona Rosa de la ciudad de México se le acerca una vendedora de billetes de lotería y le pregunta "¿Usted es Jacobo Zabludovsky?" y él le contesta "si, soy yo". La vendedora sonríe ampliamente y dice "¡con razón se parece tanto!".

lunes, 24 de agosto de 2009

Signos y fonemas

Ikram Antaki, quien se nos murió demasiado pronto, me enseñó este fin de semana que los primeros intentos de escritura datan de alrededor de los 3,000 años a. de C. Fueron simples representaciones de objetos que eran comercializados constantemente, semillas o animales, por ejemplo. Fueron escritos, quizá la palabra correcta es dibujados, en barro, el cual después fue cocido al fuego para dejar para la posteridad estos intentos de escritura. Sin embargo, este primer intento sólo representaban objetos, pero no era un sistema en el que un signo implicara un fonema.
A los fenicios les debemos el primer alfabeto, el primer intento por intentar crear un sistema en el que un signo representa un fonema. Pero esto no ocurrió hasta el año 1,000 a de C., y este alfabeto no tenía vocales. Otros pueblos avanzados fueron creando su propios sistemas de escritura, los griegos, los hebreos, los árabes, los egipcios. Después de muchos siglos de tropiezos, pero también de evolución y del perfeccionamiento de los sistemas de escritura llegamos por fin a lo que tenemos hoy día. El invento más importante del ser humano, al cual pocos consideran como tal. La escritura.
Hoy día, en pleno siglo XXI, existen alrededor de 3,000 idiomas. Sin embargo, sólo hay un sistema de escritura para 100 de estas lenguas. Por ejemplo, y para sorpresa de nuestros ignorantes políticos, el Nahuatl se habla, pero no se escribe, simplemente porque no existe un alfabeto para dicho idioma. No existen los signos que representen los fonemas que constituyen dicha lengua. Repito, sólo 100 de más de 3,000 idiomas cuentan con la facultad de poder escribirse y leerse. Y por cierto, es incorrecto hablar de dialectos. Cualquier sistema hablado, con o sin alfabeto, se considera una lengua, un idioma. Otra cosa es el uso dialectal de algunas lenguas. Por ejemplo, los argentinos y los mexicanos tenemos un uso dialectal diferente de un idioma en común, el castellano.
Pero hay más. Hoy día, uno de cada dos habitantes de este planeta no sabe escribir o leer el idioma que habla. Ya sea porque no existe un alfabeto del idioma o porque lo desconoce, pero recalco, uno de cada dos seres humanos no puede escribir o leer su propio idioma materno. Mi percepción es que esta proporción de los desheredados de la escritura crecerá con el tiempo, en buena medida por culpa de la tecnología y no gracias a ella como todos supondríamos. Se aceptan apuestas.

jueves, 13 de agosto de 2009

Oro por baratijas

Ayer, por casualidad, vi uno de los primeros capítulos de la serie de televisión "Lost". Lo que vi de inmediato me remitió a libros como "La invención de Morel" de Adolfo Bioy Casares y "El señor de las moscas" de William Goldwin. Lo que fascina y atrapa a millones y nos parece original, no lo es en absoluto. Después de Homero con la Ilíada y la Odisea, después de las fábulas de Esopo, después de Sófocles, de Eurípides, de Aristófanes es difícil ser original. Después de las Mil y una Noches, de Shakespeare y de Cervantes, de Dante no hay demasiado espacio para el creador. Después del Lev Tolstoi -el genio de Yásnaia Poliana-, de Dostoievski, de Kafka ¿cómo encontrar la originalidad? Leer a los "clásicos", los libros fundacionales del arte de escribir, nos permite entender que todos estamos condenados a repetir, con mayor o menor calidad, lo que ya otros escribieron hace muchos años. Y quienes no leen estarán condenados a quedar atrapados por historias que, generalmente, son pésimas copias del argumento original.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Carta al padre

Los manuscritos no arden. Probablemente recuerden esta frase de la novela "El maestro y Margarita" de Mijaíl Bulgákov. Unos días después de la muerte de Franza Kafka, su amigo entrañable, Max Brod, salvó del fuego la correspondencia de los últimos años de vida del escritor Checo, así como algunos textos breves. La madre de Kafka ya preparaba la hoguera pero estos manuscritos tampoco ardieron.
Entre los documentos que evitaron las llamas gracias a Max Brod, se encontraba una larga carta de Franz Kafka dirigida a su padre. El destino quiso que este texto tan personal no fuera leído por su destinatario original. De acuerdo a los biógrafos del escritor, esta carta nunca fue leída por su padre. A cambio de ello, la carta ha sido leída por miles de lectores y estudiosos del escritor. Cuando te conviertes en un ícono de la literatura como Kafka, incluso tus más íntimos escritos se vuelven materia de estudio y de culto. El talento también tiene sus desventajas, vivir en el promedio tiene sus encantos.
"Carta al padre", comentan los estudiosos, es la llave que abre la puerta al entendimiento de la obra de Kafka, cuya vida y obra quedó marcada por la difícil relación que tuvo con su padre, quien es descrito como un hombre de un fuerte carácter autoritario, enfocado en su prósperos negocios y desilusionado de la "fragilidad" de su hijo Franz. Después de leer esta carta es mucho más fácil entender la motivación del escritor para escribir, por ejemplo, "Metamorfosis". Toda creación literaria parte del dolor, del sufrimiento.
La lectura de "Carta al padre" es un ejercicio de reflexión interesante. Se puede leer desde la perspectiva del hijo, la perspectiva "natural". La carta está escrita en primera persona, de modo que el lector asume naturalmente este rol, además de que casi todos hemos crecido con una figura paterna en casa. Para los que somos padres, se puede leer también desde la perspectiva del padre y, a partir de ello, hacer un ejercicio de autoevaluación. ¿Cuántos de los reproches del Kafka me los pueden hacer algún día mis propios hijos? ¿Cuántos de los reproches de Kafka eran justos y merecidos? ¿Cuántos eran inmerecidos y exagerados?
Los hijos siempre les tenemos una lista de reproches a los padres. En mi juventud yo hacía crecer esa lista en forma regular y la tenía a la mano para echarla en cara a la menor provocación. Con el paso de los años fui borrando varias línea de la lista. Hace algún tiempo la guardé en la bolsa trasera del pantalón. Con más de cuarenta años y con mis padres cansados por el paso de las décadas, mi lista ya no es legible. Pero no me importa en lo más mínimo, la he cambiado por una dosis, seguramente insuficiente, de comprensión, compasión y amor. Por su parte, mis hijos, en plena adolescencia, ya estarán escribiendo su propia lista, su propia carta al padre.